The carnival is over. The high tents,
the palaces of light, are folded flat
and trucked away. A three-time loser yanks
the Wheel of Fortune off the wall. Mice
pick through the garbage by the popcorn stand.
A drunken giant falls asleep beside
the juggler, and the Dog-Faced Boy sneaks off
to join the Serpent Lady for the night.
Wind sweeps ticket stubs along the walk.
The Dead Man loads his coffin on a truck.
Off in a trailer by the parking lot
the radio predicts tomorrow’s weather
while a clown stares in a dressing mirror,
takes out a box, and peels away his face.
Insomnio
Escuchas lo que tiene que decir la casa.
Tuberías ruidosas, fugas de agua en lo oscuro,
muros hipotecados que, inconformes, se trocan
y voces que se apilan en barullo infinito
de quejas cortas, como sonidos de familia
que año con año has ido aprendiendo a ignorar.
Debes oír las cosas que posees, todo aquello
por lo que trabajaste en los últimos años,
el rumor de los bienes, de cosas averiadas,
partes flojas a punto de caer desprendidas.
Enrollado en las sábanas, recuerda todos
esos rostros que nunca te fue dado amar.
Cuántas voces te habían esquivado hasta ahora,
el horno ventilado, la duela bajo el pie
y las acusaciones constantes del reloj
que cuenta los minutos registrados por nadie.
La claridad terrible que trae este momento,
la perspicacia inútil, la oscuridad intacta.
Translated by Hernán Bravo Varela.
Insomnia
Now you hear what the house has to say.
Pipes clanking, water running in the dark,
the mortgaged walls shifting in discomfort,
and voices mounting in an endless drone
of small complaints like the sounds of a family
that year by year you’ve learned how to ignore.
But now you must listen to the things you own,
all that you’ve worked for these past years,
the murmur of property, of things in disrepair,
the moving parts about to come undone,
and twisting in the sheets remember all
the faces you could not bring yourself to love.
How many voices have escaped you until now,
the venting furnace, the floorboards underfoot,
the steady accusations of the clock
numbering the minutes no one will mark.
The terrible clarity this moment brings,
the useless insight, the unbroken dark.
La Esposa de Provincia
Ella baja, a través de oscuros árboles,
al lago para al fin quedarse a solas.
Mientras sigue sus voces en la brisa,
ella baja. A través de oscuros árboles,
tan sólo ve los astros a lo lejos.
No alumbran el camino que ha tomado.
Ella baja a través de oscuros árboles
al lago para al fin quedarse a solas.
La noche reflejada sobre el lago,
el fuego de los astros vuelto agua.
Ella no ve los vientos que destrozan
la noche reflejada sobre el lago,
mas sabe que señalan por su bien.
Éstas son las opciones que le ofrecen:
la noche reflejada sobre el lago,
el fuego de los astros vuelto agua.
Translated by Hernán Bravo Varela,
La Escala Ardiente
Jacob
nunca subió por la escala
que se incendiaba en su sueño,
sueño opresor como piedra
en el polvo, y para cuando
él debió de levantarse
como flama para unirse
al coro aquél, ya no quiso
viajar,
así que cerró
sus ojos al Serafín
que ascendía, sin conciencia
de la distancia imposible
entre sus pasos, no pudo
mirarlos trepar la escala
brillante, desvaneciéndose
poco a poco en la dispersa
luz de los astros,
durmió
todo ese tiempo, una piedra
sobre una almohada de piedra,
temblando. La gravedad
siempre es mayor que el deseo.
“The Burning Ladder “translated by Hernán Bravo Varela,
El Fin
I
El Bosco lo pintó. Van Eyck, Angelico
y otros. Incluso aquellos que no fueron geniales
mostraron lo que vieron. Estos primitivos
cuyas pinturas hacen igual de bien que otras
en mostrarnos aún lo que interesa.
A diferencia nuestra, supieron que este mundo
resulta inhabitable, a lo sumo eventual,
el sutil equilibrio entre eternidades.
Y con la luz de la última mañana
supieron retratarlo como realmente es,
sin cubrirlo de césped, de nubes o de tiempo:
tan sólo una llanura pedregosa rodeada de montañas grises y afiladas
donde un gentío despertó encontrándose
desvestido, sin bienes, abandonado al cielo.
Desnudo, no es posible que oculte los pecados
con que creció la carne. La panza del glotón,
el blanco y desvalido muslo del amante.
Unos alzan sus puños contra el cielo de color gris pizarra;
los más miran en torno, furiosos, o contemplan
esas montañas frías e inaccesibles
y aguardan a lo lejos.
Infierno es su orgullosa urbe en llamas.
Ahora se detienen en las rejas y miran
parapetos y torres sutiles, chamuscados,
y en la tierra baldía, más allá del muro,
a los amortajados en su resurrección.
Y si no hay esperanza, queda al menos
la dignidad de su exasperación.
II
Anoche soñé que había llegado el fin. Mudo, impotente,
tan invisible como el aire, estuve
en cientos de lugares: la casa de un extraño,
una calle, un jardín y una oficina.
Y así como a un durmiente lo despiertan de un sueño,
así yo presencié lo incomprensible.
Una mujer lavaba platos en la cocina;
miró tranquilamente por su ventana mientras
escuchaba en el aire algo inesperado.
Hombres y conductores en banquetas y calles
observaron el tiempo en un cielo sin nubes
y siguieron andando. En la oficina, empleados
y secretarias vieron el reloj
sin recordar la hora. Pude ver dondequiera
un mismo y frío perfil al mismo instante:
pálidos rostros que alzan la vista a contraluz
y se agachan de nuevo con indiferencia,
tan sólo este reflejo sordo de aceptación
y después nada más, ya nada nunca más.
Translated by Hernán Bravo Varela.